lunes, agosto 30

#15.a Sala de Emergencias

CAPÍTULO 1: En la Sala de Emergencias

Siempre recuerdo una parte de la famosa frase de María Teresa de Calcuta: “Da hasta que te duela”. Dar hasta que te duele puede sonar fuerte, o sea, nadie quiere hacerse daño a sí mismo, ¿cierto? De alguna forma he intentado practicar la frase en vez de pensarla, aunque nunca he logrado “dar hasta que me duela” y, aún cuando respeto a esa señora, no es un objetivo que me moleste no conseguir.

El otro día me doblé el tobillo saliendo de una cafetería que está cerca del INTEC y me siento como para comentar sobre esa travesía llena de sonrisas.

El lunes a eso de las 9:20 de la noche supe, mientras cojeaba hacia un asiento, que había sido una caída fea. Lo sabía incluso mientras la señora a la que siempre le sonrío, cuando la veo en su pizzería, salió muy amablemente a ver qué me había ocurrido y, de hecho, hasta me dio consejos como que moviera el pie para que se fuera el dolor. El consejo no fue muy bonito dado que sólo hizo que me doliera más, pero al menos vi como una persona con la que nunca había hablado se tomó la molestia de dejar lo que hacía para preocuparse un poquito por mi estado de salud.

Luego de haberme movido lejos de los sitios de comida porque me estaba sintiendo mal y luego de agradecerles a la señora y a su pequeño hijo por la atención crucé la calle y me moví a zona inteciana, donde me senté adolorida. No soy de esas personas que se quejan por el dolor, sin embargo cuando la gente pasaba lo notaba. Pasó un chico al que le sonreí, sólo porque sí tal vez buscando que se me fuera el dolor. Sucede que ese muchacho está en una clase conmigo, de hecho hasta conversación me puso y todo y yo ni sabía qué clase era ni quién era él. Desvió su camino y fue hacia mí.

Di’que no fue la profe en la otra clase. –Pregunta él.

Hmmm. Eeeeh, ¿cuál profe? –Pregunto yo, pensando que el tipo me ha confundido con alguien más y piensa que porque le sonreí me conoce.

... La de Comunicación en los Negocios. –Responde él.

Aaaaaaah, sí, ella no fue. Se sentía mal, pero fue una substituta y dimos la clase y entregamos los trabajos. –Respondo yo, pensando que la confundida soy yo y sí conozco a éste tipo, pero que sólo no lo he notado en la clase.

¿Te pasó algo en el pie? –Pregunta él.

Y de ahí una pequeña conversación casual. Una sonrisa a un desconocido me hizo reconocer a una persona que no había conocido, que resultó no ser un total desconocido. Confuso, pero real.

Sigo esperando a mi madre, sentada, adolorida y con el recuerdo de dos personas que me ayudaron o se interesaron sólo a cambio de una sonrisa.

Llega mi madre, voy a mi casa y pido que me lleven al hospital. El “juidero” y llegamos a Emergencias del Centro Médico Moderno.


{La historia es muy larga, así que será recortada por capítulos para evitar el aburrimiento del lector y el cerrado potencial de la ventana de internet antes de acabarse la historia. En otras palabras:}
Continuará...
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