miércoles, septiembre 8

#15.d Sala de Emergencias

CAPÍTULO 4: Nunca Quise Ser Médico.

¿Dónde va la inyección? –Pregunto yo.

En el brazo. –Dice él.

Ah, pensé que era en el tobillo. Casi le digo “no, gracias” y me voy caminando como si nada de aquí. Hahaha. –Digo yo.

Hahahaha, no, no es en el tobillo, es en el brazo. No te preocupes. –Dice él.

Ah, en el brazo. Buena suerte con eso. –Digo yo.

El médico extiende mi brazo para ponerme la inyección, pero en ambos brazos tengo algo así como un rash porque me rasco mucho ante el stress y la ansiedad. ¿Mencioné que estudio en INTEC? Bueno, ahí me caí y eso me provoca una gran parte del rash. Así que cuando el doctor intentó encontrar mis venas ahí, no encontró cómo, obviamente. Buscó una mariposita para las venas de mi muñeca y ya yo lo veía venir, lo inevitable, la inyección.

Nunca quise ser médico. –Digo yo, sintiendo el dolor del analgésico por mis venas.

¿Por qué no? –Dice él. Él es muy tranquilo y tiene una voz amigable y que da tranquilidad.

Pues, por eso, la sangre, las personas agonizando, cosas así. Sería la única profesión que no estudiaría nunca. Nunca pensé en hacerlo tampoco. –Digo yo, viendo la mariposita con un poco de sangre.

Sí, así son las cosas. Te gusta la medicina para que te cure, pero si nadie la ejerciera no pudieran curarte el tobillo. –Dice él.

Sí, por eso respeto a los que son doctores. Hacen eso que no quiero hacer, pero me benefician también. Nunca sería doctora, por eso me alegro de que otros lo sean y quieran hacer lo que yo no. Hahaha. –Digo yo.

Él se ríe y saca la aguja, al fin. Y esa fue mi noche en el hospital. Al final de ella, me fui despidiéndome de todos con una sonrisa y con buenos deseos para los de la abuelita enferma.

Gracioso es que el miércoles fui a donde el Ortopeda para que me revisara, en el mismo hospital, y me encontré con la nieta de la abuelita enferma quien me saludó como si nos conociéramos en años, me preguntó por el tobillo y me dijo que su abuelita estaba mejor, aunque todavía no sabían qué le había pasado.


Es gracioso como, sólo sonriendo en situaciones complicadas puedes alegrar una noche hasta para ti mismo. Yo llegué a emergencias con una actitud agradable, hasta pensé que no me iban a creer que tenía algo, y salí de allí desde con personas que me saludan y se recuerdan de mí hasta con saber que los médicos de Emergencias y yo compartimos chistes y un buen rato. No digo que sonrías aunque te estés muriendo, si sientes un dolor increíble o algo así. Tampoco digo que tienes que dar hasta que te duela, como María Teresa de Calcuta, pero sí comparto contigo mi positiva experiencia de “dar aunque me doliera el tobillo”.
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